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Si estás leyendo esta entrada creo que puedo afirmar que haces uso de la tecnología (en mayor o menor medida). Todos lo hacemos. Convivir día a día con la tecnología forma ya parte de nuestro presente y ha dejado de ser ese futuro utópico que libros y películas nos presentaban hace algunos años.
Por supuesto, esta tecnología ha
llegado también al mundo educativo y a la enseñanza de lenguas aportándonos multitud
de herramientas y recursos para adaptarnos al contexto educativo y al perfil de
nuestros alumnos.
Creo que la tecnología nos
permite ampliar el espacio de aprendizaje, pudiendo ir más allá del aula
física, incluso pudiendo prescindir de esta. Hoy en día, profesor y alumno
pueden encontrarse en distintos países y distintas franjas horarias, enseñar y
aprender desde casa, una escuela, una biblioteca o en el transporte público. Un
alumno puede aprender un idioma donde y cuando desee.
También la comunicación ha llegado a este nivel. Un alumno puede ponerse en contacto con su profesor y sus compañeros fuera del aula a través del correo electrónico, plataformas, foros, chats… Las dudas no se resuelven solo dentro del aula y el profesor no es el único que puede dar respuestas; los alumnos también están conectados, se comunican entre ellos, se ayudan y comparten material. También cuentan con multitud de formas de comunicarse fácilmente con nativos para practicar o con otros alumnos que estén aprendiendo la misma lengua.
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Los materiales ya no se limitan a
los propuestos por editoriales o los recursos que pueda tener una escuela.
Gracias a la tecnología podemos tener acceso a innumerables vídeos, canciones, libros,
series, películas, noticias… Todo tipo de input auténtico que nos podamos
imaginar y que también ayudará al alumno a conocer la cultura de la lengua que
aprenden. Esta gran oferta permite encontrar y seleccionar contenidos que se
adapten a las necesidades de nuestros alumnos y a sus intereses, incrementando así
su motivación.
Además, alumno y profesor cuentan
con multitud de herramientas que agilizan muchos procesos que antes podían
resultar algo tediosos. Por ejemplo, buscar una palabra en un diccionario nos llevará
tan solo unos segundos.
Creo que la tecnología ofrece
muchas ventajas a la enseñanza de lenguas y si enseñamos a nuestros alumnos a
hacer un buen uso de estas herramientas y a ser críticos con la información que
tienen a su alcance, estaremos formando a alumnos autónomos que sacarán el
máximo provecho de su aprendizaje.
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